domingo, 13 de febrero de 2011

CCOO, citas de Lenin y el dogmatismo antidogmático

"Tampoco pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas las muy sabias, importantes y terriblemente revolucionarias disquisiciones de los comunistas de izquierda alemanes sobre este tema, a saber: que los comunistas no pueden ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que es lícito renunciar a semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar sin falta "uniones obreras" nuevecitas, completamente puras, inventadas por comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los casos, probablemente muy jóvenes), etc., etc."
Vladimir Ilich 'Lenin', "La enfermedad infantil..."


A raíz del acuerdo de CCOO y UGT con el Gobierno de Zapatero se ha producido una importante convulsión en la izquierda, y muy especialmente entre las y los jóvenes de izquierdas (que lo padeceremos), por todas las contradicciones que ha evidenciado el acuerdo. La más curiosa, la más peligrosa, ha sido la confusión de víctimas y victimarios. El pésimo papel de CCOO y UGT ha supuesto el bombardeo a los sindicatos como inservibles, como culpables, y desde la izquierda al PCE como responsable de lo que hace (o, mejor dicho, de lo que deja de hacer) CCOO. Y se logra el malabarismo: el Gobierno sale fortalecido, presumiendo de sus medidas neoliberales; y el movimiento sindical más dañado que nunca, en un momento en que, por el bombardeo de reformas neoliberales, la unidad de la clase trabajadora se hace precisamente más importante que nunca; y la presencia de los comunistas (de todos) más necesaria en los sindicatos mayoritarios.

Y surgen por doquier los descubridores de una fórmula tan vieja y manida como el propio sindicalismo amarillo: "¡Hay que crear algo nuevo!". La víscera manda, y el cerebro calla por vergüenza. Con lúcidas y valientes excepciones, como el artículo de Román Alonso en Rebelión"Comisiones Obreras y los límites del sindicalismo".

Y la víscera responde. Manolo Muñoz Navarrete, en su artículo "Comisiones Obreras y los límites de la vergüenza", repite de nuevo la solución visceral de destruir a la falsa izquierda por el bien de la verdadera. ¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!

No voy a entrar en contraatacar a mi querido Manolo. No porque sus argumentos no lo merezcan, sino porque releyendo el artículo de su ¿compañero? Román Alonso me doy cuenta de que se defiende por sí solo. Manolo sólo descontextualiza (en el sentido literal del término) frases que tienen defensa leyendo el texto en su conjunto. Así que me remito a recomendar de nuevo la lectura de "Comisiones Obreras y los límites del sindicalismo" (y si puede ser después de leer a Manolo, mejor).

Pero sí voy a entrar en la crítica que hace Manolo a una cita a Lenin. En un debate muy anterior con él, inacabado porque el lugar no era el apropiado, Manolo ejemplificaba el revisionismo de mi organización en nuestra defensa de CCOO como espacio de referencia para la lucha sindical. Yo cité "La enfermedad infantil..." de Lenin. Y el dogmatismo leniniano, aquel que aludía a debates soviéticos para justificar cada acción, dio un vuelco y se volvió antidogmático, y una referencia eterna a los contextos para justificar cada acción. Además, he visto reminiscencias de aquel debate no zanjado al leer hoy un artículo de Daniel Adam que se remite a un argumentario que supuestamente ya ha demostrado la invalidez de la cita a Lenin que hace Román Alonso.

He aquí la cita polémica: No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros aristócratas u 'obreros aburguesados'”

El dogmatismo no es citar al clásico, aunque suela adoptar esa forma. El dogmatismo es un ejercicio de no hacer ejercicio intelectual; es recurrir a fórmulas simples o modelos para afrontar realidades complejas y siempre variantes; es el uso del copia/pega para no tener que pensar.

Así, recurrir a Lenin, Mao o Fidel para dar sentencias sobre la Ley Sinde tiene tanto peligro como abordar cualquier problema actual obviando su experiencia histórica. Como dice Álvaro Cunhal "El marxismo-leninismo es, por un lado, intrínsecamente antidogmático; y por otro lado, contrario a la elucubración teórica que no tiene la práctica y la experiencia como fundamento sólido."[1]

Manolo descontextualiza a Lenin en su intento de contextualizarlo. Lo trata de contextualizar históricamente para demostrar su falta de vigencia, pero elude entrar en el texto, en su sentido, y en la validez de sus enseñanzas. Y su postura está rebatida desde hace un siglo en "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo". Y, más concretamente, en el capítulo titulado "¿Deben los revolucionarios participar en los sindicatos reaccionarios?" (cuya lectura recomiendo, p. 22), en que Lenin -en su tiempo- acusa de frases vacías las posiciones que defienden -desde la víscera- no participar en los sindicatos burocráticos.

Paradójicamente, Lenin escribe este texto para enfrentar las posiciones izquierdistas a nivel internacional subrayando los aprendizajes generales de la revolución bolchevique que él considera válidos para otros contextos[2]. Es más, Lenin termina el capítulo recomendando a la Internacional prohibir la no participación en los sindicatos reaccionarios (P. 29).

Una de las cosas que más trabajo cuesta entender entre la extrema izquierda es la separación entre frentes de masa y organizaciones de vanguardia que hace Lenin, y en gran medida de la identificación de sendos ámbitos nace la confusión que aspira a crear frentes de masa (sindicatos por ejemplo) de vanguardia. Es decir: Lenin subraya por un lado la necesidad de una organización política firme en sus objetivos y flexible en la forma de conseguir esos objetivos, desde posiciones de clase, en la que lo que prima es la coherencia y la práctica política consecuente con esos intereses (aunque esto reduzca la amplitud del partido) y que persiga la toma global del poder en todos los ámbitos (no sólo desde la combatividad -consustancialmente reformista- de todo sindicato, que de forma aislada no lograría la revolución por combativo que sea si no es como parte de una estrategia global).

Por otro lado, no menos importante que la firmeza de sus principios es que la práctica de esa organización política se dé desde la ligazón con las masas, actuando en los frentes donde participa mayoritariamente la clase, las grandes masas, aprovechando los resquicios existentes en los propios aparatos del Estado que posibilitan la reproducción del sistema capitalista. Ligazón que permite, además de influir y educar (sobre todo influir y educar), atraer a los cuadros más concienciados de esos frentes, y entender los ritmos que la gente común, la gente real, está dispuesta a llevar en cualquier lucha (no dejando largos espacios entre masa y vanguardia, sino caminando codo con codo).

Así, la acción de un grupo especialmente concienciado (gracias, en parte, a su separación de la clase en sus debates) se concreta en un ámbito especialmente poco concienciado, espontáneo, reformista por definición, reflejo del discurso de la clase dominante, pero muy amplio, en que la propia clase, sometida ideológicamente a las dinámicas impuestas por el Estado tiende a participar mayoritariamente. Y desde una pedagogía cotidiana, partiendo del interés inmediato, del conflicto particular y concreto, va aprendiendo del ejemplo de los sectores -minoritarios- concienciados, desarrollando una práctica revolucionaria y no reformista; estratégica y no espontánea[3].

Las y los revolucionarios consecuentes en minoría no tienen nada que hacer. Las grandes masas, sin conciencia, tampoco. Ambos grupos, si no entran en una unidad contradictoria, quedan imposibilitados -uno por falta de capacidad de influencia, otro por falta de conciencia- para la superación de la explotación estructural.

Dice Manolo que hay que entender que no es igual la situación actual a la de los ultraizquierdistas alemanes a los que critica Lenin, ni al contexto de la táctica entrista de CCOO en el sindicato vertical franquista, y que en una democracia burguesa la cosa cambia. Aquí hay que leer a Marcelino Camacho y sus "Charlas en la prisión. El movimiento obrero sindical", un texto muy breve e imprescindible para conocer la experiencia histórica del movimiento sindical en España (es decir, para contextualizar y para que quienes desconocemos la práctica sindical en profundidad podamos hablar con alguna base).

Dice Camacho: "La debilidad y la ineficacia del movimiento obrero sindical pueden proceder, con toda seguridad, de su atomización, de su división en varias centrales sindicales que compitan entre sí y que, al actuar sobre la misma base de trabajadores, lleguen a enfrentarse en ocasiones. Además, la patronal siempre se encarga de exasperar al máximo las posibles diferencias.

Con frecuencia se confunde pluralismo político con pluralismo sindical y se considera a ambos como naturales y lógicos dentro de la democracia. Incluso no falta quien opone libertad sindical a unidad en la libertad. Pero, sin embargo, ninguno de los defensores a ultranza de estas tesis ha invitado a los patronos a tener varias Cámaras de Comercio e Industria o varios Sindicatos Patronales, compitiendo y enfrentándose entre ellos, para considerar que eso es ser verdaderamente libres." (P.31)

Y a este texto también se le puede acusar de descontextualizado. Puede haber quien diga que el trabajo en CCOO es más difícil que en el sindicato vertical, que en la dictadura (¡¿?!). Y a Marcelino me vuelvo a remitir (dogmáticamente) en el año 1996, cuando la puñalada y la traición hacía presencia años atrás dejando a Camacho fuera de la presidencia honorífica de CCOO[4]. Decía entonces, cuando la úlcera sangra y el cerebro del común de los mortales se nubla:

"No considero que los que han estado en posiciones encontradas sean enemigos. No considero que esto deba determinar una ruptura ¡en absoluto! de la unidad de CCOO. No considero que los militantes amigos... algunos me llaman por teléfono diciéndome que van a dejar el carnet, que tal y que cual ¡Al contrario! Hay que continuar más que nunca, y hay que ir a la creación de una sola central sindical, más allá de la unidad de acción (aunque ahora sea un poco en la inacción)" Min. 7:30



[2] "Partiré de nuestra propia experiencia conforme al plan general del presente folleto, que tiene por objeto aplicar a la Europa occidental lo que la historia y la táctica actual del bolchevismo contienen de aplicable, importante y obligatorio en todas partes" Op. cit.
[3] "Temer este "espíritu reaccionario", esforzarse por prescindir de él, por saltar por encima de él, es una inmensa tontería, pues equivale a temer el papel de vanguardia del proletariado, que consiste en educar, instruir, preparar, traer a una vida nueva a los sectores más atrasados de las masas obreras y campesinas." Op. cit.
[4] También dice Manolo que en 1920, en el II Congreso de la Internacional, Lenin dice que los sindicatos habían sido colaboradores de la dictadura, y lo muestra como ejemplo de supuesto cambio de postura. No cae en la cuenta de que "La enfermedad infantil..." no sólo es de 1920, si no que Lenin la escribe a marchas forzadas entre abril y mayo de ese año para garantizar que cada delegado a la Internacional tuviera una copia. Porque no se trata de un juicio moral de los sindicatos, de si son buenos o malos. Se trata de que, por malos que sean, es un espacio que hay que copar si es allí donde está la clase. Respecto del último punto, sobre la "creación" de CCOO ex novo, a la obra de Macrelino Camacho ya citada me remito.

7 comentarios:

  1. He leído el artículo y considero que entre las hipótesis que te hacen equiparar a la situación de los sindicatos reaccionarios alemanes de la década de los 20 con CC.OO. has cometido el error de decir que dentro de CC.OO. está toda la clase, además de considerar que internamente su organización sea lo suficiente de democrática como para que el destacamento de vanguardia pueda actuar sobre la totalidad de las bases sindicales.
    Es por eso que tanto en su composición como en su funcionamiento, ya no es que no sea un sindicato de clase, sino que como organización de masas tiene trabas organizacionales que interrumpen los procesos de creación de conciencia por parte de los trabajadores más conscientes.
    Además asumiendo que los leninistas debamos estar en las organizaciones sindicales de masas, debemos atender a las cuestiones de cual es la organización que mejor se presta a esto en cada ciudad o pueblo. Porque si en un pueblo no existe CC.OO. y si existe el SAT, parece lógico que la labor de un comunista deba basarse en la creación de conciencia de clase dentro de este sindicato. Por esta no-flexibilidad en la táctica sindical la UJCE también comete un grave error.

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  2. hay algo que me inquieta: manolo argumenta en su artículo que la mayoría trabajadora no está afiliada a ningún sindicato, por lo que el argumento de participar en sindicatos mayoritarios pierde algo de peso. ciertamente los trabajadores no sindicados, los parados, los y mayoritariamente las trabajadoras del hogar, los inmigrantes o los jóvenes precarios constituyen segmentos de población débilmente organizados, también con una conciencia alienada o aburguesada en su mayoría si se quiere, a los que no se puede llegar a través de los sindicatos mayoritarios (porque entre otros muchos defectos, tampoco las acciones de ccoo ni mucho menos ugt, se han encaminado al encuentro y defensa de estos colectivos. por lo menos desde que abrazaron prácticas reformistas), pero no dejan de ser una parte fundamental de la fuerza de la clase obrera. dicho ésto, y aún siendo partidario de la línea de este artículo y del de román alonso, no he visto en ninguna parte un contra argumento sólido.

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  3. Anónimo: No creo que toda la clase esté en CCOO. De hecho, no creo que toda la clase confluya en ninguna parte. Es un recurso lingüístico. Pero en el ámbito sindical, CCOO es donde confluye la mayor parte de la clase trabajadora. Y es un sindicato de clase por su composición, por su ámbito de actuación (toda la clase), como lo es UGT, como lo es -o aspira a ser- el SAT (a diferencia del SOC, que no aspiraba a aglutinar a toda la clase trabajadora, sino sólo a un sector: el de los obreros del campo).
    Por lo demás, como digo en el artículo, no creo que existan trabas imaginables más duras que las existentes en la dictadura franquista donde no se enfrentaban a la frustración, sino a la cárcel. Lo demás es cuestión de ser imaginativos, y si no podemos convencer a nuestr@s propi@s compañer@s de trabajo de sus intereses, mejor nos quedamos en casa antes de plantearnos hacer la revolución. Si a lo que aspiramos es a trepar olvidando el concienciar, nos diferenciamos en poco a las cúpulas a las que criticamos.
    Con lo que planteas sobre pueblos en los que no exista CCOO y sí el SAT, sólo se me ocurren ámbitos muy concretos y pueblos muy concretos (creo que Marinaleda sería el único). En mi pueblo sólo existe CCOO, y creo que este ejemplo es inmensamente más común que el contrario. Personalmente no me mataría por montar CCOO en Marinaleda, pero lo que digo es dentro de una estrategia estatal y en pos de fortalecer la unidad y no la división con los pocos recursos -humanos- con que contamos.
    Si quisiera hacer la revolución en Marinaleda, apostaría sin duda por el SAT. Pero no es así.

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  4. Rafael: No creo que pierda peso la idea de estar en los sindicatos mayoritarios. Perdería si solo estamos en los sindicatos, o si quienes no están sindicados se plantearan cualquier opción minoritaria (yo no lo creo, porque la gente común a duras penas conoce CCOO y UGT).
    Yo creo -y lo menciono de pasada en el artículo- que estar solo en los sindicatos no hace posible una revolución. Hay que estar en todos los ámbitos de la vida, allá donde hayan intereses enfrentados al capitalismo, aunque el sindicato no deje de ser el lugar donde es más fácil que la gente tome conciencia de sus intereses de clase.
    No obstante, estoy de acuerdo contigo en que los sindicatos mayoritarios no han llegado a sectores de la población muy amplios. Pero no sé si es porque no quieren, porque no saben o porque no pueden. Creo que a nuestra generación le toca, no sólo ocupar los sindicatos para que sean consecuentes y tratar de aglutinar a la mayor parte posible de la clase trabajadora en torno a la defensa de sus intereses, sino además un importante trabajo de reflexión e imaginación.
    Porque no podemos olvidar que gran parte del triunfo del neoliberalismo ha sido, precisamente, burlar las formas tradicionales de organización y de cohesión de la clase trabajadora. Y no es que los sindicatos dejen de tener utilidad, pero debemos poder afrontar con nuevas fórmulas las nuevas estrategias de explotación, los nuevos circuitos de la precariedad que siguen esquemas pensados, en parte, para burlar la protección sindical tradicional.

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  5. Carlos, soy el mismo anónimo de antes:

    Sobre el tema del trabajo en las masas trabajadoras, es obvio que desde un punto de vista de clase, el destacamento de vanguardia tiene que hacer su trabajo en ellas. En ningún momento en mi comentario verás que los comunistas no debamos hacer trabajo en las masas sindicales, igual que en los demás trabajadores no sindicados, para elevar su nivel de conciencia de clase. Dicho esto, es bien cierto que el modelo burocrático y antidemocrático de los sindicatos mayoritarios no permite que desde órganos mayores que la base se pueda llegar a las bases y hacer en ellas un trabajo de creación de conciencia. Con respecto al franquismo, no puedes comparar el nivel de conciencia de la clase trabajadora cuando se crea CC.OO. con el nivel de conciencia actual, si bien es cierto que una dictadura fascista persigue al movimiento obrero en tanto que es su propósito único, es cierto que la correlación de clase es diferente al de aquella época, si esto se junta con un modo de funcionamiento en el que incluso los enlaces sindicales no representan a sus bases, sino que asumen esas posiciones por mejoras personalistas, y que aún siendo un comunista un enlace sindical no puede aspirar a crear conciencia de clase dentro de las bases que corresponden a otros enlaces sindicales (otra empresa), se plantea como inútil la participación de los comunistas en este tipo de sindicatos, haciéndose fuerte la posición de una participación desde el exterior del sindicato, en la base, en el día a día de esa empresa.

    También surge el problema de porque hemos llegado a estos limites, y es debido a una falta de autocrítica del movimiento comunista en España, que nunca se ha planteado como verdadero y como acto de disciplina la verdadera agitación entre las masas obreras. Queremos que el sindicato sea de clase pero nos olvidamos del sindicato, si la planta no se riega, se marchitará. También es lógico en cuanto que el PCE pierde incluso su visión de clase permitiendo militar a camaradas de carnet, que pagan su cuota y por eso son comunistas. Para ser un verdadero comunista hay que aprender de la experiencia del movimiento obrero, eso significa estudiar en el día a día, aprender de lo que hicieron otros en su época para sacar conclusiones de lo que hacemos hoy, y también trabajar con las masas trabajadoras en el día a día y con el mayor espíritu revolucionario posible, además de criticar a quienes cometer errores, autocriticarse y asumir la crítica que se nos haga para aprender.

    En cuanto a lo del SAT, las excepciones no son tan pocas, y como existen hay que contemplarlas. No podemos tener una táctica rígida, tenemos que pensar que ocurre si fallan las hipótesis iniciales que hacen formular nuestras tesis. Si no caeremos en el dogmatismo, y nosotros somos materialistas.

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  6. Hola de nuevo, anónimo.
    La verdad es que no sé cuales son esos mecanismos "burocráticos y antidemocráticos" concretos de los sindicatos mayoritarios que hacen imposible el trabajo dentro (más burocráticos y antidemocráticos que en el sindicato vertical franquista, donde la estrategia del entrismo demostró su validez).
    Tampoco creo que la mayor conciencia política posibilitara CCOO, sino más bien al revés, que CCOO -los revolucionarios que actubana dentro de las estructuras del sindicato vertical- posibilitó una mayor concienciación de la clase trabajadora (sin llegar a ser algo tan masivo como ahora idealizamos, según cuenta Anguita en esta charla > http://www.youtube.com/watch?v=4g3kMlcCSjE). Tampoco creo que los enlaces sindicales sean unos vendidos a conciencia, sino más bien que son unos vendidos por falta de conciencia. Y lo normal, lo natural, es que los sindicatos, que la clase trabajadora, carezca de conciencia. Nosotros, quienes tenemos un mayor grado de conciencia y estamos organizados, somos los responsables últimos de que adquieran esa conciencia y naden a contracorriente. Por eso es un absurdo que los revolucionarios se salgan de los sindicatos porque estos no tienen conciencia, como si las siglas o la historia otorgaran la conciencia de clase de forma mecánica.

    Sobre el diagnóstico discrepo en parte. Tal vez, el problema es un exceso de autocrítica, o mejor dicho, de teoricismo. Yo llevo años teniendo este debate, y llevo afiliado al sindicato desde poco después a la huelga general. Por eso no tengo autoridad moral para criticar a nadie, porque soy responsable -por pasiva- de la situación interna de CCOO. Sobre el PCE no conozco su realidad cotidiana. Yo, que me considero leninista (el PCE no pretende serlo) creo que hay que distinguir lo que es un afiliado de lo que es un militante. Pero también creo que si no se consigue que ni siquiera quienes pagan la cuota estén dispuestos a adoptar un compromiso militante es un problema de debilidad ideológica y política del colectivo, del que todo el colectivo es corresponsable (no creo que se nazca revolucionario, sino que eso también depende de la correlación de fuerzas, de la lucha de clases interna a nivel ideológico).

    En cuanto al SAT ya digo que me parece que hacen un trabajo admirable, pero hasta donde yo sé y en mi contexto (la provincia de Sevilla) sólo tienen presencia en un número contado de pueblos, y en la capital se reduce a un nucleo ultraconcienciado de militantes políticos. Por ejemplo, yo soy de un pueblo jornalero y ni en mi pueblo ni en mi comarca tengo constancia de que haya ni un solo afiliado. Así que, aunque respeto y valoro su trabajo, no creo que sea un ámbito prioritario de trabajo si tenemos pocas fuerzas, y el objetivo es la acción de masas a nivel estatal, convenciendo a los no convencidos. No es un planteamiento dogmático, sino todo lo contrario: un análisis concreto de la realidad concreta, tratando de analizar la realidad material que me rodea objetivamente, sin que las simpatías nublen el análisis. Y si no me equivoco Sevilla es la provincia donde tiene más fuerza.

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  7. Hace ya unos años en IV Conferencia Internacional "La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI" presenté una ponencia que intentaba reflexionar sobre el tema que ahora vosotros habéis puesto en debate.

    Este es el enlace que da acceso a la ponencia:

    Los marxistas, las cuestiones sindicales y las relaciones
    entre sindicatos y partido

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