"Cuando di de comer a los pobres me llamaron santo,
cuando pregunté por qué había pobres me llamaron comunista".
cuando pregunté por qué había pobres me llamaron comunista".
H. Cámara, obispo brasileño.
¿Se puede estar en contra de la limosna? Yo lo estoy.
No creo que se pueda estar en contra de que una persona consiga comer a duras penas. El problema fundamental de la limosna es que establece una relación perversa. El que tiene mucho da al que no tiene nada algo de lo que le sobra. Es una relación de sumisión, de dependencia, no de solidaridad.
Una relación verdaderamente solidaria se basaría en que ambas personas tengan ni más ni menos que lo que necesitan mediante una ayuda recíproca. No se nos ocurriría darle a nuestros hermanos o a nuestros padres un euro si se ven en la calle; les daremos lo que necesiten dentro de lo que está en nuestra mano para que vivan dignamente[1]. Lo que necesita un mendigo no es algo de dinero para llegar al día siguiente vivo, sino acceder a medios para garantizar su subsistencia en condiciones dignas.
¿Se puede estar en contra del 0'7%? Yo lo estoy.
No creo que se pueda estar en contra de los Objetivos del Milenio a grandes rasgos. El problema es que, aunque sea imperceptible cuando se definen con brocha gorda, los objetivos del milenio y la idea del 0'7% esconden esa misma perversión, pero de forma más sutil y cruel si cabe.
La izquierda de los países del capitalismo desarrollado se llena la boca con esta idea del 0'7%. Pero nadie se suele parar a leer la letra pequeña de ese concepto. Yo el primero, y por eso comparto esta reflexión tomada del máster que hice en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo.
No solemos cuestionarnos las palabras. Cuando un concepto se usa habitualmente, lo adoptamos como propio acríticamente. Lo empleamos para que nuestro discurso sea políticamente correcto, sin caer en la cuenta de que las palabras dicen más de lo que dicen.
Siete de cada diez conceptos en las ciencias sociales han sido elaborados en think tanks. Hablamos de países en vías de desarrollo, sin caer en la cuenta de que esos países empobrecidos suelen ir más en vías del subdesarrollo que del desarrollo; hablamos de desarrollo sostenible, presuponiendo que el crecimiento insostenible también merece el calificativo de desarrollo; o de alianza de civilizaciones (concepto defendido sin pena ni gloria por Zapatero), como si los problemas del mundo vinieran de los choques culturales y no de los conflictos entre intereses objetivos. Colando estos conceptos, los neoliberales suplantaron nuestra forma de interpretar el mundo por nosotras y nosotros mismos.
Del mismo modo, la idea del 0'7% esconde, no la erradicación de la pobreza, sino reducir a la mitad la pobreza extrema. Esto es, erradicar la mitad de la pobreza bajo el umbral de 1 euro al día basándose en los indicadores de 1990. Si tienes un euro al día y no tienes acceso a la tierra, al trabajo, a una vivienda, serás pobre igualmente, pero no entras en el cómputo de ese 0'7%. Eso por no decir que, cínicamente, la ONU ni siquiera se marca como objetivo erradicar esa pobreza extrema completamente, sino reducirla a la mitad, con lo que acepta implícitamente que la mitad de quienes entran en ese concepto morirá de hambre (aun en el hipotético caso de que se cumplieran los objetivos).
Y, para colmo, las cifras en torno al objetivo del 0'7% están maquilladas. En el cómputo de ayuda a los países pobres, los países ricos suelen incluir no sólo lo que dan en ayuda, sino lo que dejan de cobrar. Es decir, que si un país pobre tiene una deuda con España que España sabe que no va a cobrar, España perdona esa deuda y la incluye en el cómputo de ayuda al desarrollo como si hubiera cooperado positivamente a la mejora del país.
Pero eso no es lo peor. Lo peor es que son los países empobrecidos los que ayudan al desarrollo de los países ricos, aportando mucho más en concepto de deuda externa que lo que reciben en concepto de ayuda al desarrollo. La deuda externa es su ayuda a su propio subdesarrollo.
La única forma de erradicar la pobreza (sin más adjetivos) es crear relaciones solidarias, recíprocas, altruistas, entre todos los seres humanos olvidando las fronteras que los propios seres humanos creamos. El amor es, por tanto, la única receta posible. Y como dice Frei Betto, "el socialismo es la forma política del amor".
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[1] Las sociedades divididas en clases marcan límites a esa solidaridad para acumular más y más poder en un grupo pequeño de personas: la familia. Dentro de la familia existen relaciones solidarias, de reciprocidad. Tu abuela no te pedirá nada a cambio de un zumo de naranja, porque desea tu bien y quiere que te lo tomes (prima el valor de uso). Fuera de este ámbito, la relación es de intercambio, y si quieres un zumo tendrás que pagarlo, porque es una mercancía (prima el valor de cambio). El Código Civil establece el deber de alimentos entre familiares, es decir, el deber legal de garantizar a tu familia más cercana alimento, ropa y casa. Fuera de ahí, búscate la vida.